domingo, 6 de abril de 2008

El Rastro se desborda

El Capricho Extremeño o el arte de hacer tostas

No se sabe por qué, pero a los madrileños parece que lo de hacer cola les va. Vamos, que es ver una fila de más de 30 personas, y ahí va a colocarse. "Ahí deben dar algo", pensarán.

Y es que hoy he asistido una vez más a la enorme cola que se monta en el Capricho Extremeño del Rastro de Madrid, para pedir tostas. No es que crea que no merezcan la pena sus tostas, pero la cuestión es que es el único local del rastro que se accede a él pasando por una enorme cola llena de gente variopinta: mucho modernito, pero también señoras de rancio abolengo, parejas de frikis, incluso he visto pasar a un mendigo portando las dichosas tostas.

Todo esto lo contemplaba desde mi posición privilegiada, frente al Capricho, en Casa Lucas. El trasiego de gente que se aventuraba a formar todavía más cola era incesante. Eran las 15.00, y todavía pasaba gente por allí comentando: "¿Esto es una cola?", "Sí, es que aquí dan unas tostas..." Y yo veía pasar a gente con su bandejita y su tostita, y no daba crédito.

Sin desmerecer ni mucho menos, insisto, las tostas del Capricho Extremeño, me parece que en absotuto valen media hora de cola de un domingo por la mañana. Señores y señoras de Madrid, por favor, un domingo por la mañana NO SE HACE COLA, eso es para el martes por la mañana en el INEM, o para hacerse el DNI, o para denunciar un robo en una comisaria... El domingo es tan sagrado, que yo no voy a borreguear en una cola aunque regalen oro en quilates.

Sobre todo, que estamos en Madrid, en el centro, y hay muchos bares y muy buenos por todas partes. Increíblemente, si investigamos un poquito, todavía hay algunos de ellos que no están hasta arriba, y te dan también muy bien de comer. También es verdad, que cada vez quedan menos, y que incluso el Capricho, antaño, no reunía tal muchedumbre. Se podía ir a pedir una tosta sin complicaciones, y además me evitaba el mal sabor de boca que me queda simplemente con la contemplación de una cola en mi barrio. Es desalentador.

El Rastro ha cambiado. Se ha puesto de moda en una progresión geométrica equivalente al número de coches que hay en Madrid y al número de personas que salen por las zonas de marcha. Eso está muy bien para todos los negocios que están haciendo caja a mansalva y para las personas que les guste el roce humano, visitar los puestos del rastro empujados por hordas alborotadas o estar en los bares como en el vagón de metro de por la mañana en hora punta. Pero a los que nos gustaba el Rastro en su punto, con la gente adecuada, nos ha hecho una gran faena.

Como no puedo hacer nada para cambiar la situación de colapso, solamente pediría que por favor se dispersen un poquito, y no se aborreguen en un mismo lugar por la fama de éste o por la moda. NO siempre calidad y popularidad van unidos.

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