miércoles, 9 de abril de 2008

Vedetes del andén

Las mujercillas ejecutivas van de boda

Hace tiempo que contemplo con estupor el tema del vestuario y maquillaje de las mujeres que van en el metro muy de mañana. Supongo que serán como las demás que van andando o en coche. Pero el hecho de que éstas sean especímenes de metro les da un carácter propio y fascinante.

Me fijo en una de ellas: lleva los ojos enmarcados en negro y cubiertos de sombra azul marino. El pote o máscara facial le ha dejado ronchones por algunas partes de la cara. El rimel parece esparcido desde arriba por equivocación, y está más que espeso. La boca, abierta cada dos por tres debido al sueño considerable -pongamos que haya estado una hora para disfrazar su imagen- está embadurnada de un rojo chillón que asusta a esas horas de la mañana. El pelo bien estirado hacia atrás en una coleta, y el flequillo acusa el gran esfuerzo que se le ha dedicado para dejarlo lacio.

Un traje de chaqueta ciñe el cuerpo de esta mujer ejecutiva, que hace que supongamos que trabaja en un sitio importante, o al menos que les preocupa la imagen de sus trabajadores. Unas medias caladas acaban en unos zapatos negros y puntiagudos de tacón vertiginoso. Los dedos del pie a duras penas intentan escapar y se puede intuir viendo el "escote" del zapato un pliegue arrugado que es el final de los pobres deditos.

Y yo me pregunto, ¿para qué tanto boato? ¿para ir en metro? Siento verdadera curiosidad por el resorte que hace que estas personas madruguen más de lo normal para situarse delante de un espejo, y sin temblarles el pulso empezar a esbozar la que será su cara para el resto de la jornada. Empezará por vérsela en el ascensor su vecino el de abajo, con el que siempre coincide al salir de casa; luego otros tantos la verán en el metro y pensarán, "qué chica más limpia y decente", o "qué mona va, ¿dónde irá?", o "esta pobre se ha puesto como una puerta", (porque estoy segura de que no solo soy yo quien lo piensa). Finalmente la verán en el trabajo, que es donde intuyo que interpretará su papel estelar como vedete principal o secundaria.

Yo a veces lo he intentado, y sinceramente, he llegado a la conclusión de que es inviable el maquillarse por las mañanas. Pero ni un simple colorete. Los ojos están secos, de no dormir, o demasiado húmedos de bostezar tanto. La cara está reponiéndose después de dormir, y estoy segura de que detesta que la pintarrajeen ya desde tan temprano; de ahí que veamos a esas vedetes matutinas con pintura cuarteada, labios a medio rellenar, ojos emborronados por tanto lápiz negro

Algo que hace que me quite el sombrero es el espectáculo de equilibrismo que nos dedican desde sus andamios puntiagudos. Aunque algunas no parece que les quede mucho para perder la compostura y caer al suelo, nunca he visto una escena en este sentido. Suben y bajan las escaleras del metro, que no son nada fáciles, con más o menos dificultad, pero sin perder el rictus de mujer urbana del siglo XXI.

Supongo que a muchos hombres les agradará ver cómo se han esforzado en luchar contra la cara de recién levantadas. Pero sinceramente, creo que pocas nos consiguen engañar con su endomingamiento excesivo y su mirada desdeñosa de mujer fatal.

Ay, ¡qué daño hizo "La mujer de Rojo"!


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