domingo, 25 de mayo de 2008

Eurorrusión

Una vez más, los veteranos nos quedamos a dos velas



El Chiki chiki devolvió a los españoles las ganas de ver Eurovisión. Unos por ver cómo hacía el ridículo España en un festival dedicado al belcantismo -o eso se creen ellos- y a la estética de la brillantina ochentera. Otros por ver cómo nos reíamos de la caspa de los latvios, azerbayaneses y letonioucranianovettones -me incluyo.

En fin, por una u otra cosa, ciertamente era llamativo ver cómo España se desmarcaba del concurso menos transgresor de la televisión mundial, con una caricatura absurda de un personaje argentino que canta reggeaton y recita unos versos ridículos y de mal gusto. Este subproducto que tanto repelía al ínclito Urabarri -vaya coñazo de persona detenida en un tiempo inmemorial-, ha sido escogido democráticamente por los españoles. El Chikilicuatre es lo que simboliza para nosotros el festival de Eurovisión: un concepto entre cutre, ridículo y hortera.

Este concepto lo hemos llevado al extremo, pero no nos esperábamos que los nórdicos arrubiados sacasen de sus armarios de ABBA unos modelitos tan increíblemente obscenos propios de una portada de Playboy de los años 70. Nos han superado en todo: en brillantina, en ganas de rompernos los tímpanos, en sus disfraces imposibles y sus peinados truculentos. Realmente, creo que no hemos hecho el ridículo nada. Porque al intentar hacerlo deliveradamente teníamos la consciencia de que estábamos haciendo un show; el problema de estos pobres ucranianocroatas es que estaban viviendo realmente el sueño de su vida cantando como berracos y llegando a octavas que asustaban.

Ha sido bochornoso y bastante decepcionante para mí todo esto, porque yo pensaba que íbamos a quedar los últimos de los últimos al no ser comprendidos en nuestra tontería; o los primeros, al causar la carcajada general. Pero no, se ha comprobado un año más, que lleves a quien lleves al festival, siempre te van a dar puntos los mismos, y los ex soviéticos se van a dar puntos entre ellos. Cosa, por cierto, descabellada. Hasta hace bien poco han estado a palos, y ahora se votan amorosamente.

Este espectáculo tiene que renovarse o morir. NO le queda otra. Si no, vamos a terminar como los de la foto... Están locos estos letonios...


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