martes, 2 de septiembre de 2008

Reducción de jornada ya

En la oficina donde trabajo temporalmente, o temporeramente para ser exactos, se entra a las 8 de la mañana. Son las 10 de la mañana y todavía no se ha puesto a trabajar ni cristo. Somos 70 trabajadores del tipo oficinista, y el pasillo es un hervidero constante de tacones, zapatos y barullo prelaboral. Unos bajan sin prisas a por el correo a recepción, y de paso se quedan a chismorrear con la recepcionista. La mayoría se va a desayunar a una cafetería cercana. Otros, los menos solventes, rodean la máquina de café lamentándose del sueño que tienen; lo mismo de todos los días, más que ayer pero menos que mañana.

Las frases hechas se repiten sin tregua; “ayer me acosté tardísimo”, “hasta que no me tomo el café no soy persona”, “cómo se pasa la semana”, etc, etc. Los coqueteos entre oficinistas machos y hembras, no importa de qué edad y condición, no es nueva. Siempre se produce un flirteo como mínimo por año; es casi obligado, incluso exigido por el resto de los miembros de la empresa dispuestísimos al cotilleo para luchar contra las horas de más tedio.

No es hasta pasadas las 10 cuando se empiezan a colocar en sus puestos de trabajo, se acallan las risas, las voces de sueño, el taconeo del pasillo y el ruido de la máquina de café escupiendo sus productos de plástico. Está claro que no se funciona hasta las 10.30 en que ya se ha olvidado el desayuno de las 8 y podemos centrarnos en el trabajo en sí. ¿Por qué entonces se empeñan desde arriba en hacernos entrar a las 8 de la mañana?

Quizá hay gente que esté encantada en tomar su café con los compañeros del trabajo; pero yo daría mucho por entrar dos horas más tarde; así vendría todo el mundo desayunado y despierto, con más ganas de trabajar, porque yo tengo comprobado que cuanto más he madrugado menos rindo. Esto es un hecho. En España nos acostamos más tarde de las 12 invariablemente, so pena de ser un proscrito. Pues entonces, lo lógico sería empezar a trabajar a las 10. Eso sí, sin perder el tiempo –que también es un deporte nacional-. Minimizar las horas de trabajo a cambio de un rendimiento óptimo, y se podría llegar a la jornada de 6 horas laborales por día.

Jefes del mundo: rendíos a la evidencia de lo obsoleto de la jornada partida y completa. Los países nórdicos van por delante en este tema, y algo se nos tiene que pegar.

¿Por qué puedo regatear en unos sitios y en otros no?

Me mirarían fatal en una tienda de ropa si sugiero que esa prenda es más barata de lo que indica el precio, y pido que me hagan una rebaja, sin embargo es de lo más habitual que bajo cuerda los bancos negocien con sus clientes una reducción de la comisión establecida.

Y no me parece serio. ¿En base a qué se hace una rebaja a unos clientes y a otros no? Muchos pensaréis que en base al dinero que tengan. Pero esto sería un despropósito, ya que aunque éstos sean el sustento más apetecible del os bancos, son los que menos falta tienen de hacerles descuento.

El caso es que si yo llego y no conozco de nada al banquero de turno, y le digo que me hagan una rebajita en la comisión de lo que sea, se me cierran en banda poniendo esa típica cara de nohaynadaquehacer, al tiempo que emiten un rechinante suspiro de complicidad como que ellos no tienen la culpa, y también son víctimas del sistema. Qué asco. Y luego llega una pareja a solicitar un crédito, o un empresario vivo, y entre lágrimas y carantoñas, al del banco se le pone cara de tonto, y suelta la mano. Qué indeseables. ¿Qué les dicen en el cursillo de banqueros a domicilio? ¿Que a los más guapos y esbeltos les hagan una pequeña comisión, que viste mucho tener clientela elegante? ¿O es que sale de ellos mismos el tener compasión por los que mejor les caen, y cerrarse a cal y canto con quien les da la gana? Pues no sé qué es peor. Pero me parece una lacra más del sistema actual, una herencia mezquina del usurero español del siglo XVII.

viernes, 18 de julio de 2008

Las lesbianas y Parrondo

Al grito de Fachas fachas, las lesbianas la emprendieron con Parrondo y todos sus clientes

Situación. Una amiga asturiana nos invitó a unos cuantos a su cumpleaños. Y eligió el bar Parrondo, porque desde que ella llegó aquí la han tratado muy bien, y aunque sabía que él era un poco facha, nunca ha tenido problemas con él en ese sentido.

El caso es que estábamos fuera tomándonos algo tranquilamente, y la calle se empezó a atestar de lesbianas, periodistas, cámaras y fotógrafos. Yo había leído algo del asunto, pero los demás no sabían nada. Y es que resulta que dos lesbianas se habían besado el día anterior en el Parrondo, y el dueño del bar las había echado de mala manera, con insultos y demás. Él esboza otra versión, lógicamente, diciendo que una se sacó un pecho y la otra se lo chupó, y que fue entonces cuando las echó.

Evidentemente esto no ha sentado bien entre la comunidad homosexual, y habían convocado una manifestación para este mismo día en el que nosotros estábamos allí. Las lesbianas se daban su lote delante del bar, los periodistas intentaban entrar con los ojos brillantes de emoción carroñera, y los manifestantes gritaban facha, facha, facha, y otras cosas similares.

A mí me parece muy bien que se manifieste una comunidad así, y además, nosotros apoyamos esa causa, de hecho uno de nuestros amigos era gay, pero me pareció fuera de lugar que insultasen también a la gente que estábamos dentro. Porque a mí no me conocen de nada como para llamarme facha.

Cuando estábamos fuera y se empezó a revolucionar el personal, llegó un camarero del Parrondo y nos obligó a meternos dentro. Esto no me gustó, pero la del cumpleaños lo consideró necesario, y obedecimos. Pero entonces, ya estaban formados los bandos. Sin quererlo, nos había tocado estar de parte del Parrondo. Y no nos convencía nada el asunto. Al principio, quisimos pagar e irnos, para apoyar a las lesbianas que estaban fuera, claro.

Pero a los que salían les insultaban y pitaban, y francamente, no era plato de buen gusto salir por esa puerta en esos momentos tensos. Y lo que sí era plato de buen gusto eran las tapazas que nos estaban poniendo, que se esmeraron por la tontería de la manifestación, y venga a salir sidrina y chorizito con patatas. Nos sentíamos un poco vendidos, la verdad. Pero bueno, nos lo tomamos con sentido del humor y así pasamos el rato, pensando que nos estaban engordando a tapas para comprar nuestro voto facha.

Lo que quiero reseñar es que yo conocía a dos lesbianas que estaban fuera, y que representan muy bien el concepto que quiero que entendáis. Una era de mi facultad, y siempre ha sido defensora de causas perdidas y nobles. Realmente estaba apoyando algo justo, en lo que creía. La otra es una lesbiana de familia adinerada y simpatizante del PP. Y ésa estaba llamando fachas a los que estábamos dentro.

No digo más.

viernes, 11 de julio de 2008

Los presos a la oficina

Las mentiras e hipocresías sociales, el fraude y la perversión sutil se encuentran contenidas en el más amplio sentido en ciertos ámbitos laborales. Como éste al que me voy a referir: el de los jefes-secretarias-subalternos. Ahora me ha tocado meterme en el papel de secretaria, pero de dirección, ¿eh? Que una no se anda con chiquitas. Y desde este mi puesto, observo, escucho, proceso, y actúo como se espera de mí. No es un trabajo difícil, pero es cansino y a veces, exasperante. Y aquí me quiero detener. ¿Por qué exasperante? Pues porque experimento en carne propia el yugo de la jerarquización más rancia y estúpida.

Ciertamente nunca había trabajado en un lugar que continúe la estela de la tradición más española, nombrando al ingeniero de turno “don”, viendo cómo ocupan los puestos más bajos las mujeres, y ejecutando una serie de órdenes de lo más tontas. Tanto que, a veces, tengo que contener la risa o la sorpresa.

Como primer ejemplo, un día mi Don –que es el jefe de los demás dones y no dones- me pide que llame a la secretaria de otro superDon, para quedar a comer con él en agosto. Lo curioso del caso es que él me llamaba por el móvil teniendo a ese superDon a su lado. Qué excentricidad, pensé. Pero lo hago, porque tampoco me cuesta nada, claro…


Los correos electrónicos que él recibe me los manda a mí para que yo los imprima. ¿Es porque no está conectado a una impresora? Ni mucho menos. De hecho tiene una personal, que la utilizará para imprimir christmas para su familia… Creo que es porque le hace ilusión que alguien le traiga en mano los folios impresos…¿no?

Y luego el correo físico no quiere que se lo dé cerrado, sino abierto. Es que él trabaja duro, y no puede entretenerse en abrir la correspondencia. Por favor, si es un don…

Hay que reservar en un restaurante, y me encanta comprobar cómo se llaman los restaurantes. Son nombres dignos de estos peces gordos que se reúnen para reunirse y que hacen obras de ingeniería importantes, pensando que lo demás es superfluo. Aldaba, Cacique, El telégrafo. Hay enfrente una trattoria que se llama Pinocchio, y la verdad que me resulta imposible imaginarme a mi don pidiéndome una reserva para comer en el Pinocchio. Ya solo por el nombre. Y a lo mejor se come cien veces mejor que en Aldaba, pero bueno, ¿dónde va a parar? No se va a llevar a Florentino Pérez o a la Ministra de Cultura al Pinocchio o al Cricket. ¡Qué vulgaridad! Pues no, se van al Telégrafo, que suena a tradición, a cosas antiguas bien hechas de las que les gustan a ellos; o al Aldaba, que suena a señorial y a castillo; o al Cacique, que… en fin, vamos a dejarlo.

Es un verdadero regalo poder involucrarme en este mundillo totalmente ajeno para mí, lleno de recovecos para indagar y explotar. O bien para escribir un libro, o para idear una película o una serie, o para quedármelo yo a modo de inventario antropológico. Un trabajo más a analizar. Me resulta más que fascinante comprobar desde dentro cómo pasan la vida las personas que veo en el metro con cara de pocos amigos, sin una pizca de ánimo por pasar el tiempo en una oficina triste. Y es que esto es una redundancia: oficia es igual a triste siempre.

Hoy he hablado con un señor amable, que al principio me resultó algo histérico, ya que me exigía unas facturas que yo no tenía y me miraba inquisidor como si yo fuera la culpable de que se hubieran gastado 60.000 euros en lo que va de año. Pues bien, este señor me ha contado –una vez que hemos roto el hielo de los desconocidos- que le quedaban unos pocos meses para jubilarse. Y el brillo en sus ojos me ha hecho pensar que por fin, y después de treinta o cuarenta años él era consciente de que volvía a ser libre. Iba a comprarse unos palos de golf, y a vivir la vida. Se ha pasado toda la vida laboral esperando este momento, de la misma manera que esperaba que llegase el mes de agosto para perder de vista sus facturas. Y es que su trabajo no lo quiero yo ni en pintura; él hace… se dedica a… tiene… que… organizar facturas, para resumir.

Pero es uno más. Un ser que madruga para entregar su alma a una empresa, y una vez que sale de allí vuelve a ser él mismo. Se alquila por dinero. Nunca haría eso si pudiera elegir, o si no tuviese que ganarse la vida, bien porque fuera millonario, bien porque estuviese bajo otra civilización más avanzada e inteligente.

Sigo sin comprender este sistema. ¿Quién lo mantiene? ¿Por qué? ¿A quién le interesa? Y pasan los años, y lo veo todavía peor. No puedo concebir aún que mi vida tenga que ser una entrega incondicional a un trabajo que no me guste por conseguir un dinero que me permita en unas pocas horas libres al día hacer lo que yo quiera. Es que no es posible que mi inocente mente pueda entender que mis propios congéneres de una determinada época inventaron este yugo infernal que te asfixia, te doma y finalmente te abandona a una vejez libre, pero extenuada y sin ganas.

Todos queremos hacer cosas en nuestra juventud; no queremos poder hacerlas cuando nos hayamos jubilado, o cuando llegue agosto, o cuando nos hayamos cogido cuatro días libres de permiso carcelario. Y es que el trabajo es una prisión. No me estoy refiriendo a aquel que le apasiona lo que hace; ya sea químico, delineante o domador de loros en el zoo. Sino a ese trabajo que atañe al 75% de la población, y que es el que nadie quiere hacer; secretaria, contable, administrativo… oficinista en una palabra. Éstos son los verdaderos presos. Un barrendero, un basurero o un soldador es mucho más libre que ellos. Al menos ellos pueden ver la luz del sol, o pueden respirar aire fresco, moverse y conocer más espacios que los oficinistas. Aquél oficinista que entra con veinte años a una empresa y sale con sesenta, para mí ha cumplido una condena voluntaria demasiado larga, demasiado costosa, y que no tiene compensación posible. Cuarenta años dedicados a algo que ni te va ni te viene no tiene nombre como tortura. Es nuestra moral cristiana –como diría Nietzsche- que nos hace reclinarnos ante la pesada carga de la culpa. Nos da tanto pudor ser libres sin sacrificios…

Mundo Perruno

Lo que no puede ser, no puede ser

Hoy me ha lamido la tapadera del taper un perrito. Era un cachorro mediano de esas razas que tanto gustan a los amantes de los perros, del tipo scotex. Y ya van dos veces. Y el mismo perrito. No me parece adecuado que yo quiera comer en un parque para ahorrarme mi cheque-gourmet y para que me dé el aire, y me aborde un perro hambriento que está suelto.

Y le he dicho al dueño que lo llevara atado, que ya iban dos veces y no aprende. Es una barbaridad llevar a un perro atado. Yo me posiciono radicalmente en contra, pero claro, más en contra estoy de tener perro en una ciudad. Si quieres un perro en la urbe, hay que llevarlo atado, y punto.

El dueño, que era un pijo jovencito con un aspecto de los que me desagradan de lejos, me ha puesto la consabida cara de pijo enojado con el mundo y me
ha contestado que a su perro todavía no lo tienen que atar. ¿Cómo que todavía?, he pensado, más que dicho. No por falta de ganas,
sino porque ese displicente niñato se ha marchado apresurado para no tener que aguantar charlas innecesarias que le alejasen de su vida de color rosa y perros scotex.

Todavía, ¿qué significa? Supongo que se referiría a que son los perros mayores los que hay que llevar atados porque son más peligrosos, o más grandes, o algo así. Pero aunque no veo la relación, hay una cosa que está clara. Está prohibido llevar sueltos a los animales. Y punto. Y no es porque te vayan a morder, solamente. Es porque pueden chuparte la tapadera de tu taper, o te pueden lamer un ojo, o se pueden mear en tu pierna. Por ejemplo. Y esto no les entra en la mollera a los dueños perrunos. “No, si no hace nada”. “Pobre, si está más asustado él que tú”. “Si solo quiere jugar”. A lo que yo podría contestar: “Pues lo va a hacer como yo le de un empujón”. “Si no estoy asustado, estoy asqueado”. “Pues yo no; quiero comer tranquilamente, sin que me perturbe ni un solo perro a diez kilómetros”.

Y una vez más siento la vergüenza de mi raza al ver a los pobres perros, ajenos a todo nuestro invento social, en donde ellos están más perdidos todavía que nosotros. No saben cuál es el lugar adecuado para hacer sus evacuaciones; ni diferencian a la persona que quiere jugar con ellos de la que no quiere más que tenerlos bien lejos. Supongo que se preguntarán –los más reflexivos- qué les ha llevado a caer en manos de otra especie que les da protección y a la vez les despoja de la libertad. Y supongo que también, debido a que son un animal inteligente, pensarán que no vale la pena rebelarse sino unirse al enemigo, y seguirle el juego. Peor lo pasan los perros vagabundos, pensarán con resignación.

Los perros caseros de ciudad son sacados, en el mejor de los casos, un par de horas al día para que hagan sus necesidades. Y prácticamente ningún dueño piensa en que el perro, al igual que nosotros, le gustaría salir a otras horas, conocer otros lugares, no tener limitación de tiempo ni de espacio tantas horas al día… Y si a esto unimos que ellos cuentan con un instinto aún mayor que el nuestro, creo que no deben sentirse la especie más afortunada del planeta. ¿Y qué sería de ellos sin nosotros? El mejor amigo del hombre… Eso está muy bien; pero no le hemos preguntado al perro si quiere ser nuestro amigo. Además, los perros salvajes constituirían una raza, paralela al lobo, fieles a su naturaleza y no se habrían mezclado jamás con estos pseudobichos orientales que han producido razas totalmente alejadas del concepto perro.

Y es que hemos generado a lo largo de los siglos un animal que está más cerca del concepto hombre que del resto de los animales. Y por eso, antropocéntricamente nos cae tan bien, como no podía ser de otro modo. Le tenemos en un pedestal y representa la bondad hecha animal. Es un ser vivo que nos quiere de forma incondicional, nos obedece, nos hace gracia, y nunca protesta. Y además no habla. Por eso es la debilidad de tantos dueños humanos pequeños y grandes.

Pero hay que parase a pensar en la desgracia de un perro alejado del campo, que se pasa la mayor parte de su vida encerrado en un décimo piso esperando a que llegue su dueño de trabajar para que le saque con desgana, y luego se duerme soñando en el día siguiente, a eso de las siete, en que le vuelven a sacar a la vida exterior. Eso sí que es una vida de perros, creo yo.

Firma: Una acérrima defensora de los animales


lunes, 16 de junio de 2008

Requiem por "Requiem por un sueño"

Resucitando películas

Por fin vi la ya consagrada y mítica película del raro de Aranofsky, Requiem por un Sueño (2000). Sabía que me iba a encontrar con un film extraño y polémico, del que siempre había oído hablar algo, y con mucho fervor.

Y en mi banal realidad me encontró esta desorbitada película que no te deja respirar desde el principio hasta el final. Y de forma literal. Consigue rodearte un desasosiego tan grande, que hay muchos momentos que se diría que formas parte del sórdido mundo de los personajes, y te arrastran a su vértigo vital.

No quiero contar nada del argumento, porque creo que se puede disfrutar mucho más si no se sabe de qué va la vaina.

Sin embargo, han llegado hasta mí comentarios de los cool-hunters-indis, que hablan de que Requiem por un sueño ya está pasada de moda, que sus recursos se han quedado anticuados, que ya está todo muy visto. Cada uno es libre de pensar lo que quiera, incluso puede que tengan razón; pero de lo que sí estoy segura es de que esos recursos que tan viejos se han quedado no los he visto plasmados de forma tan magistral en ninguna otra película. Que poquísimas películas logran remover mis entrañas de esta manera -que todavía no me he repuesto-, por no decir casi ninguna.

Desde luego, últimamente, los cerebros de los guionistas están de vacaciones, porque no hay más que ver la cartelera y las películas que se están haciendo. Solo revivals, historias de superhéroes reciclados, y comedietas fáciles yanquis -bueno, esto es de siempre.

Para mí son las películas modernas, las que se estrenan ahora, las que me parecen viejas, rancias, sin imaginación ni esfuerzo, repitiendo moldes hasta el vómito.

Creo que hace mucho mucho tiempo que no veo una película que haga que te retuerzas en el sofá y sufras de placer. Por lo bien hecho que está todo: el montaje, la música hipnótica, las escenas entremezcladas, la sublime interpretación de los actores. Requiem. Sublime Requiem.

domingo, 15 de junio de 2008

El sarao flamenco

Ayer debutamos, por fin, en La Riviera

Jovita, Aurora, Ulises y Ana. Cuánto arte, ¡ele!


El Centro Cultural El Horno organiza un fin de curso en esta sala de Madrid, y allí que nos fuimos los del curso de flamenco. Somos dos españolas, una lituana y un francés; cincuenta por ciento. Y es que cómo les gusta a los extranjeros el flamenco; no sé qué tendrá esta música de raíces árabes y andalusíes, que les vuelve locos. Tanto es así, que nuestro francés, Ulises, se apuntó a la muestra flamenca con solo llevar un mes en el curso, y sin aprenderse la coreografía ni un poquito. Pero allí estuvo él, como un campeón.

Y aunque nos equivocamos al principio -y es que los nervios están ahí, no hay nada que hacer-, luego lo clavamos, y creo que gustamos. Al menos nos aplaudieron bastante. Quizá fue porque entre tanto bollywood, danza oriental, danza del vientre, danza indú, etc, éramos un respiro racial autóctono que no viene nunca nada mal. No se puede renunciar a nuestras raíces. Ole.

viernes, 6 de junio de 2008

Crisis en las pescaderías, alegría en el mar

La crisis de los combustibles se pone seria

Los pescadores no pueden más; les sale más caro salir a pescar que quedarse en tierra. Con lo cual, en Galicia y Andalucía se están manifestando con toda la razón y están regalando pescado como protesta ante la situación. ¿Qué pueden hacer desde el Gobierno? Por lo pronto, reunirse con sus homólogos de Europa para buscar una situación, porque evidentemente es una crisis a nivel mundial. Los pescadores echan la culpa al gobierno, claro está, porque piden ayudas y subvenciones y recortes en los impuestos; pero no se dan cuenta de que el gobierno no es todopoderoso. Que de donde no hay, no se puede sacar. Creo que si estuviese en sus manos, atajarían esta crisis, ya que no conviene a nadie.

Lo peor es que esta crisis no depende del gobierno de España, sino del mundo tal como está planteado. ¿Y quién gobierna el mundo? ¿EEUU? ¿La ONU? ¿La OTAN? ¿Greenpeace? ¿A quién pueden pedir cuentas los pobres pescadores y los transportistas? ¿A quién podemos culpar los demás? Creo que solo a nosotros mismos, que somos los que compramos coches, los que no reciclamos, los que derrochamos plásticos, los que consumimos sin control... pero es que el ser humano está condenado a desaparecer por sus propios medios.

La única esperanza que queda es que nosotros nos quedaremos sin comer pescado una temporada -en el mejor de los casos- y los pececillos organizarán una fiesta marina y podrán disfrutar de la libertad que da el no ser carnaza para los humanos.

JOSÉ TOMÁS O EL OPIO DEL PUEBLO

La España más panderetera y folclórica se rinde ante su último héroe taurino

Y luego nos quejamos de que nos señalen con el dedo los países desarrollados y nos digan que aquí solo pensamos en toros y en castañuelas. Pues claro que es así, ¿quién no se ha dado cuenta todavía? ¿Quién se atreve a pensar en una España que no adore a ídolos de barro?

Estamos deseando que de las entrañas y de la esencia más española, como son las cuestiones taurinas -entre otras tantas de tufo retrógrado y desagradable-, resurja un mito como el de Manolete. Para endiosarle por sus faenas, por sus corridas y por sus amoríos.

Es lo puramente español; a nosotros esto es lo que nos gusta. Diferenciarnos del resto del mundo por algo ruin, mezquino y paleto. Los toros. Eh, que nosotros tenemos héroes de los de verdad, no como los actores de Hollywood, que solo matan de mentira. Nuestro José Tomás mata con un arte que no se pué aguantar. Y corta cuatro orejas. Y le sacan por la puerta grande. Y hay una conmoción en la plaza con el rey y la infanta Elena a la cabeza -no se me ocurriría mejor evento para colocar a estos dos.

Y los periódicos y las tertulias de la tele, que nunca hablan de toros, se hacen los entendidos y lo ponen por las nubes. El entusiasmo se contagia, y todos adoran a José Tomás porque ha matado a un toro con un arte increíble. También hay asesinos que matan con grandes artes, y nadie dice nada, y ni siquiera tienen fans. Pero claro, oh, dios mío, es que son seres humanos. No se puede comparar. Aquí, el campeón de los héroes españoles, ha matado a un toro. ¿Qué es un toro? Un ser vivo sin importancia. O bueno, mucha importancia. Claro. Es el animal que más dinero da en España. Seguro. Y que más noticias de cotilleo produce; que si el torero tal se acuesta con la tontalaba cual -porque nunca son chicas inteligentes, por supuesto.

Pero lo que más me crispa es escuchar a una periodista de la talla de Concha García Campoy decir, "yo, que no soy muy taurina... reconozco la valía de este torero...", con unos ojos de cordera degollada. Por favor. Pero, ¿cómo dices? ¿Que no eres muy taurina? ¿Qué signifca eso? O eres taurina, o no eres taurina. NO se puede ser poco taurina o no muy taurina. Es como ser un poco defensor de la pena de muerte, o no muy heterosexual.

A la gente se le ha ido la cabeza con este tema del José Tomás. Se les cae la baba porque es un torero republicano. Qué gran proeza. Además de matador está contra el rey. Pues yo no me alegraría demasiado si fuera el rey al ver cómo este señor se carga a un toro con tanto ímpetu, fuerza y odio.

En fin, que no pienso poner una foto de este torero que para mí está a la altura de cualquier maltratador o asesino en serie. Sino una fotingo de mi Alaska reivindicando el fin de esta fiesta obsoleta y fascista, que muy a mi pesar llaman nacional.



viernes, 30 de mayo de 2008

Los desodorantes

No sé aún por qué la mayoría de la población prefiere apestar -y que les apesten- a desodorantes con olor a raticida antes que a sudor. El sudor rancio de varios días es horrible, claro está. Pero el sudor que pueda poseer un ser humano por la mañana es natural y fresco.

Es evidente que existen buenos desodorantes, de los que no huelen a nada. Pero los que te abofetean y se queda su olor en la nariz y la laringe para todo el día, no deberían ser legales. Creo que están equivocados aquellos que se echan este tipo de mejunges venenosos contaminando su entorno. Viva el sudor natural.

domingo, 25 de mayo de 2008

Eurorrusión

Una vez más, los veteranos nos quedamos a dos velas



El Chiki chiki devolvió a los españoles las ganas de ver Eurovisión. Unos por ver cómo hacía el ridículo España en un festival dedicado al belcantismo -o eso se creen ellos- y a la estética de la brillantina ochentera. Otros por ver cómo nos reíamos de la caspa de los latvios, azerbayaneses y letonioucranianovettones -me incluyo.

En fin, por una u otra cosa, ciertamente era llamativo ver cómo España se desmarcaba del concurso menos transgresor de la televisión mundial, con una caricatura absurda de un personaje argentino que canta reggeaton y recita unos versos ridículos y de mal gusto. Este subproducto que tanto repelía al ínclito Urabarri -vaya coñazo de persona detenida en un tiempo inmemorial-, ha sido escogido democráticamente por los españoles. El Chikilicuatre es lo que simboliza para nosotros el festival de Eurovisión: un concepto entre cutre, ridículo y hortera.

Este concepto lo hemos llevado al extremo, pero no nos esperábamos que los nórdicos arrubiados sacasen de sus armarios de ABBA unos modelitos tan increíblemente obscenos propios de una portada de Playboy de los años 70. Nos han superado en todo: en brillantina, en ganas de rompernos los tímpanos, en sus disfraces imposibles y sus peinados truculentos. Realmente, creo que no hemos hecho el ridículo nada. Porque al intentar hacerlo deliveradamente teníamos la consciencia de que estábamos haciendo un show; el problema de estos pobres ucranianocroatas es que estaban viviendo realmente el sueño de su vida cantando como berracos y llegando a octavas que asustaban.

Ha sido bochornoso y bastante decepcionante para mí todo esto, porque yo pensaba que íbamos a quedar los últimos de los últimos al no ser comprendidos en nuestra tontería; o los primeros, al causar la carcajada general. Pero no, se ha comprobado un año más, que lleves a quien lleves al festival, siempre te van a dar puntos los mismos, y los ex soviéticos se van a dar puntos entre ellos. Cosa, por cierto, descabellada. Hasta hace bien poco han estado a palos, y ahora se votan amorosamente.

Este espectáculo tiene que renovarse o morir. NO le queda otra. Si no, vamos a terminar como los de la foto... Están locos estos letonios...


miércoles, 21 de mayo de 2008

La carroña de la carroña


Estábamos hartos de ver cómo los periodistas de la prensa "rosa" y sangrienta arremetían sin piedad contra los famosos de medio, largo y corto pelo. Incluso también sabíamos de la existencia de otros programas de "otro corte" que criticaban a los que critican a los famosos. Pero es que lo de la Sexta no tiene nombre.

Hace poco que veo esta cadena, -ahora tengo más tiempo libre-, y es un poco bochornoso. En el programa Sé lo que hicísteis... con Patricia Conde y Cía se ciñen exclusivamente a hablar de retales de los programillas del corazón. Y así llevan un montón de tiempo. Además han recibido premios a la mejor presentadora y copresentador... Cosa difícil de captar para un entendimiento medianamente sensato.

Patricia Conde es una grandísima cómica, que ha hecho buenas cosas, y con muy buen resultado, pero ahora creo que está vendiendo un producto pésimo. Ella, toda mona -eso sí-, permite comentarios mordaces y casi nunca graciosos de sus contertulios y como leit motiv aburrido y manido, el tema del corazoneo. Atacan a los periodistas del corazón por lo mismo que ellos hacen, es decir, reírse de los personajillos corazonaicos, como Paquirrín, la pantoja... y los que sean.

Creo que estamos asistiendo a un declive del corazón, y estos programas de entretenimiento que se nutren de la prensa rosa, ya no tienen cabida. Alguien les tiene que despertar: NOS ABURREN.

¿Dónde está el dinero?

Las tan aclamadas ayudas para el alquiler que venía promulgando el gobierno para meterse a los jóvenes y jóvenas en el bolsillo están demorándose en exceso. Todos nos creímos a pies juntillas -yo aún sigo albergando la esperancilla- lo de que nos iban a dar 210 euros al mes de ayuda al alquiler a los que teníamos entre 20 y 35 años.

En el momento de solicitarlo, en la oficina de la vivienda te dicen que debes esperar de seis meses a un año para que te confirmen que te los han concedido. Y aunque te lo concedan, puede que no haya dinero, según me dijeron a mí, y no te puedan dar la ayuda. Las intenciones están muy bien, queridos gobernantes, pero claro, cuando hablamos de dinero... no está bien quedarse solo en eso. No se juega con el dinero de la gente, y menos de los que menos tienen.

El caso es que lo que realmente nos ha escocido a los de Madrid es que nos hemos enterado que en otras provincias mucho mejor avenidas con el Gobierno Central ya están recibiendo las ayudas desde hace dos meses. Nosotros seguimos esperando desde enero, y no vemos el dinero ni por asomo.

Entre el gobierno pepero de Madrid y el de España se están pasando la patata caliente, y al no ponerse de acuerdo, ¿quién paga las riñas y disputas? Pues una vez más, nosotros, los inocentes ciudadanos.

lunes, 19 de mayo de 2008

San Isidro cutre

Otra vez las mismas fiestas de pueblo pueblo

Ojalá fueran fiestas de pueblo, por cierto. En verano voy a un pueblo en el norte de Palencia que hacen unas fiestas que ya quisiera el Ayuntamiento de Madrid. Sí, sí, es Barruelo de Santullán, que si no lo digo, me mata mi novio. Allí se preparan unas buenas, sobre todo en cuanto a comida. Igualito que en Madrid, que es bochornoso. Ayer me tuve que llevar cuatro bocadillos, latas de cerveza y una botella de vino para ver los conciertos de las Vistillas. Que está muy bien, ya, pero ¿no podrían poner puestos de comida por allí, que alegran la vista que es una cosa mala? Y es que lo llevo notando año tras año. Yo, y cualquiera que haya seguido esta evolución nefasta de NO A LA COMIDA EN LAS FIESTAS. ¿Pero cuándo se ha visto algo así?

En este pueblo del que hablo, y me consta que en otros muchos de España así se hace, las peñas, funcionarios o vecinos bien avenidos, se hacen cargo de todo. Y se monta. Chorizos, pancetas, morcillas, cangrejos, y todo lo que sea típico de la zona empieza a desfilar por doquier. Tú te pones a la fila, y hala, a recoger tu chorizo grasiento que te sabe a ambrosía. Porque es de pueblo, porque lo ha hecho la señora Chelo con todo su cariño, y porque lo comes al aire libre, que huele a orégano y a monte fresco.

Qué gusto da comer tu trozo de carne acompañado de pan caliente viendo a la orquesta Cócktel haciendo de las suyas. Hasta casi te parece estar viendo a los Rolling... Mmmmm.

Aquí en Madrid hace unos cinco o seis años había puestos de comida en las Vistillas, que alegraban, y mucho, el cotarro. Poco a poco, los fueron quitando, y los que quedaban te daban unos estoques que te tenías que ir a casa a clausurar tu noche. Y ahora desde hace un par de años o tres, no sabemos por qué, ya NO NOS DAN LA OPCIÓN ni de comprar comida cara. Y me parece una verguenza, porque pueden llevar al Josele Santiago, Malevaje, Fórmula V o Eva y su Madrid, que nunca será lo mismo sin el olor de la morcilla y el crujiente de la panceta en tu boca.

Los dos puestos que había con comida el primer día de las fiestas fueron desalojados con malas formas por las fuerzas de seguridad del ayuntamiento, que parece que se multiplican cuando se trata de ir a un evento festivalero. NO saben ni nada estos depredadores de la tranquilidad y la paz.

Así que, las fiestas más cutres que he pasado en mucho tiempo han sido las de San Isidro, en Madrid. Qué fuerte.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Los laberintos madrileños

Madrid Laberinto XXI, la obra revelación


El pasado viernes fui a ver una obra de teatro en la Sala Mirador, en pleno Lavapiés: Madrid Laberinto XXI. No tenía ninguna referencia de lo que iba a ver, pero me invitaban, y no opuse resistencia.

Era una obra de teatro joven, con actores jóvenes, con muchas ganas jóvenes, pero con poquitas ideas jóvenes. Siempre caigo en la misma trampa; me llevan a ver obras contemporáneas que no hay por dónde cojerlas. Son mucho menos modernas que las clásicas de Lope y compañía.

Y es que llevamos toda la vida hablando de lo frustrante que es vivir en una ciudad como Madrid, de lo solos que estamos todos, de las contradicciones de nosotros con nosotros mismos, con los demás y con la ciudad, de lo asfixiante de la vida y del desamor... en fin, solo de recordarlo me entra una pereza elevada al número neperiano partido por raíz cuadrada de 33.

Los aspirantes a actores se esforzaban, y alguno incluso se acercaba al concepto de su personaje, pero es que el problema era el texto. ¿Cuándo vamos a dejar de hacer textos contemporáneos sufrientes y de mal rollo? Vale que la vida hoy en día es muy puñetera, pero no menos que hace un siglo. Este victimismo generacional empieza a resultar muy monótono y nada constructivo.

Sobre todo, creo que hemos caído en un bucle sin final, en el que nos repetimos una y otra vez las mismas cosas. Las conversaciones de los jóvenes son siempre las mismas, las obras de teatro, las películas, los libros, los informativos... Bien, la cultura tiene que reflejar nuestra realidad social. Pero lo puede hacer de mil formas, como por ejemplo a través del humor, del sarcasmo, del cinismo, de la sutileza. Y he aquí la clave del asunto. Esta obra tan pretenciosa que se queda en obra de instituto no es sutil. Todo nos lo cuenta, nos lo explica, nos lo da masticado.

Y es algo que a muchos nos disgusta. Si no te dejan un espacio de reflexión para completar en tu interior la obra que estás viendo, ésta carece de interés. Todo se lo dicen ellos, no hay nada con dobles sentidos o con un fondo más profundo. Tanta hondura y trascendencia deja sin contenido a la obra. Es paradójico, pero es así.

Vamos a intentar volver a obras frescas y sencillas que reflejen realidades más complejas, porque eso es lo realmente innovador. Y no hay que olvidar que una de las funciones principales del teatro es entretener, no invocar al suicidio masivo.


domingo, 11 de mayo de 2008

Normas no escritas para viajar en metro

El metro, esa pesadilla convertida en transporte

Sí, es cierto que ya llevo dos artículos casi seguidos hablando del metro. Pero es que mi vuelta al submundo, -llevaba varios años sin viajar en él con asiduidad-, me ha fascinado. Es un caldo de cultivo de historias, de críticas, de estudios antropológicos, como ningún otro ambiente. Cuando uno va en el metro "solo" se transforma en un ser ruin y mezquino, que va a lo suyo sin pensar en los demás.

A veces, es verdad que veo buenas actitudes, como jóvenes que ceden el asiento a señoras mayores o a chicas embarazadas. Pero seamos sinceros. Fuera de dos o tres casos puntuales al mes, el resto de las veces comprobamos cómo el ser humano se aproxima a unas cotas de perversidad y crueldad que en ningún caso demostraría en otros ámbitos. Algo se cuece en el metro. ¿Qué clase de gas propagan que nos hace sacar lo peor de nosotros mismos?

Para empezar, todos los que nos encontramos por las mañanas para ir al trabajo o al centro de estudios, nos miramos con recelo y con algo de odio. ¿Por qué ha de ser así? En teoría, mal de muchos, consuelo de tontos. Al fin y al cabo, todos estamos en el mismo barco; hemos tenido que madrugar después de habernos acostado tarde, nos hubiéramos quedado de buena gana unas horitas más en la cama, no tenemos ninguna gana de ver la cara a nuestros jefes y/o compañeros de trabajo, etc. Los pensamientos, a esas horas de la mañana, no nos engañemos: son bastante parecidos.

Pero claro, hay otro pensamiento más que nos hace insolidarios y perversos, solo a esas horas y en el marco del metro. El odio ajeno. Todos nos miramos con desconfianza y con asco, por qué no. Los que están dentro de un vagón a reventar observan con furia contenida a las personas-orco que se hallan en el andén con hambre de conquista. Sí, lo temen pero lo saben. Los foráneos acabarán entrando aunque sea a presión, sin respetar espacios vitales ni mujeres embarazadas, ni niños con los ojos hinchados de sueño y el carrito lleno de libros.

La chica gorda de los cascos que está entre las dos filas de asientos, con cara de digna pero vigilante ante cualquier movimiento de los sentados -esos privilegiados-, se permite mirar para otro lado en el momento en que se abren las puertas, entra una marabunta de gente, un señor de los sentados levanta su cabeza después de haberse quedado dormido, y sale atropelladamente del vagón dejando su asiento libre para que una de las señoras que acaba de entrar se siente en cero coma tres segundos. Ahí tenemos otro caso habitual. La chica de los cascos no puede creer lo que ha ocurrido. Ella había estado vigilando durante cinco estaciones. Se merecía ese asiento.

Los cruces de miradas llenos de odio son constantes. Es como un fuego cruzado. El hombre que ha sido atropellado por el joven que tenía prisa por salir; la chica bajita que se halla debajo la axila del señor de 1,80; la señora que se ha quedado en mitad del vagón, sin asidero ni posibilidad de acercarse a algo parecido...

Por todo ello, y para que todos podamos convivir de manera civilizada en nuestro viaje de metro, me he tomado la molestia de redactar el manual del "viajero metrero", que consta de una serie de normas básicas y fáciles que todos hemos de respetar para no terminar mal. Empecemos:

1. Respetar el espacio vital. Dentro del vagón hay que repartirse en la medida de lo posible. El calor humano no es necesario en este medio de transporte. NO SE PEGUEN EN EL CUERPO A CUERPO. SERÁN MUY DETESTADOS.

2. Dejar pasar un tren que está desbordado. No seamos cabezones. Si tenemos prisa, hay que salir con más tiempo de casa. Y de todos modos, es más importante la integridad física tuya y del prójimo antes que llegar puntual a tu trabajo o donde quiera que vayas.

3. No leas el periódico o libro ajenos. Es como robarle el alma a tu compañero de viaje. Sí, sí. No olvidemos que en el metro todo se magnifica.

4. En la situación tan frecuente de un vagón lleno, por favor, si estás estrujado contra la puerta, cuando se abran no trates de hacer resistencia, ya que solo conseguirás hacer de barrera incomodísima entre los que quieren entrar y los que van a salir. Es mucho más práctico salir del vagón con todos y luego volver a entrar. Oh, sí, claro que se puede salir del metro y regresar: es un truco que no olvidarás jamás. Pruébalo.

5. Es bueno respetar a los que están sentados. Sé que se hacen odiar, y que desearías a más de uno levantarle por la fuerza y sentarte tú. Tú que tienes la espalda dolorida, que ayer dormiste poco, que tienes un libro que leer. Siempre miras a los sentados con ira porque piensas que todos están ahí por capricho, para quitarte tu asiento, estando mucho más sanos y descansados que tú. Pero es que alguna vez también eres tú el sentado. Y entonces debes aguantar que te metan en el ojo el periódico o el bolso. Por favor, respeten el espacio vital de los sentados. En algún momento puedes ser tú.

6. No decir con angustia exagerada: "¿Va a salir?" Creédme; no es necesario preguntar esto a cinco personas durante todo el trayecto de una estación a otra. Todos nos damos cuenta de quién va a salir, y nos hacemos a un lado, o como dijimos en la norma número 4, pueden salir contigo si no queda más remedio, y luego volver a entrar. Qué fácil es todo, ¿verdad?

Bueno, y así podríamos estar horas y horas, pero ahora no se me ocurren más normas no escritas de buena conducta metrera. Si alguien de vosotros tiene alguna, por favor, no dudéis en mandarla.

A ver si conseguimos que el metro se convierta en un ámbito social divertido antes que en el suplicio de ver caras largas y personas desagradables que quieren el metro para ellos solos.

viernes, 18 de abril de 2008

El Sandwich Cubano

Directamente desde Cuba
(me lo acaban de enviar desde La Habana, ¡qué guasa que tienen estos cubanos!)

Un estudiante americano de visita en la Habana compró, en la tienda para turistas, un sándwich cubano especial de lujo: Un pedazo de pan francés de casi un pie de largo con lascas de lechón asado, jamón serrano y york, queso suizo, mantequilla, pasta sazonada, pepinillo y rojas y grandes rodajas de tomate ...

Con su sándwich y una Cola en mano, se fue a comer cerca de las azules aguas frente al Meliá Cohíba, donde se hospedaba. Apenas había comenzado a comer su apetitoso 'lunch' cuando ve a un jóven cubano que pasaba por el lugar. El cubano llevaba también un sandwich, el llamado 'pan con timba' hecho con un pedazo de pan, chiquito, con dulce de guayaba, comprado en un timbiriche de la calle Paseo.

El jóven cubano saboreaba lentamente su pan con timba para que le durara. El americanito le dice :

'Sabes, nosotros en Estados Unidos estamos maravillados de la agilidad mental de ustedes los cubanos. Todos saben jugar ajedrez, se conocen las reglas del baseball y de otros deportes, tienen una gran memoria y conocimiento sobre los principales eventos históricos, casi todos hablan dos o más idiomas y saben un mundo de geografía y política internacional. Resultan increíbles en sus avances en las ciencias, inventan vacunas sintéticas… ¿Cuál es el secreto?'

El jóven cubano, mirando el sándwich le dice:

'... Bueno, le voy a confesar nuestro secreto, pero que quede entre nosotros. ¿Ve este pedazo de pan que tengo aquí? Dentro tiene dulce de guayaba, de una variedad endémica de guayaba que solo crece en Cuba. Es elaborado con azúcar priet a de Cuba. Hace muchos años los científicos soviéticos descubrieron que la caña que se cosecha en Cuba tiene unas moléculas con protones radiactivos que pasan por ósmosis al azúcar prieta, los cuales al combinarse con una sustancia activa intrínseca de los componentes de isotrones de la guayaba que una vez que llegan al cerebro a través de la microcirculación sanguínea producen un efecto súper energizante y estimulan las células cerebrales de la sustancia gris, en especial en las secciones de actividad mental y memoria inmediata, con los resultados fabulosos que mencionaste.. Ese es nuestro secreto.'

El americano, con mucho interés, le pidió probar un pedazo del dulce. El cubano le dijo:

'Bueno… como muestra de solidaridad y amistad por haber venido a Cuba, rompien do las férreas restricciones del bloqueo, voy a hacer algo mejor por ti: Te cambio el pan con guayaba y dulce de caña por ese 'sándwich' que te estás comiendo el cual, dicho sea de paso, está lleno de sólidos grasos de origen animal, colesterol y triglicéridos, que endurecen las arterias y son las causa fundamentales del infarto del miocardio, causa primaria de muerte en la población de los Estados Unidos'.

Con un gesto precipitado el gringo le extendió su sándwich al criollo, quien enseguida se lo intercambió por su pan con dulce.

El cubano le entró al sándwich de tal forma que en tres bocados había llegado a la mitad del mismo. Por su parte el americano se iba comiendo lentamente el pan con timba, porque la verdad que estaba un poco duro y el dulce algo rancio.


Al cabo de unos minutos dice el americanito:

'Tengo la impresión de que saliste ganando con este intercambio'.

A lo que el cubano le contestó:

'¡¡¡ COÑOOOO - BÁRBARO, CHICO !!! ...Ves ? .... ¡Ya te están haciendo efecto en el cerebro LOS PROTONES de las molécula de la caña de azúcar y los ISOTRONES de la guayaba. ¿ No te lo dije ?...Sigue, sigue masticando…'


You rock. That's why Blockbuster's offering you one month of Blockbuster Total Access, No Cost.

martes, 15 de abril de 2008

Los policías de Madrid avasallando

Ayer protagonicé una escena salida de la mítica serie El Halcón Callejero

¿No era que los policías existen para protegernos? ¿Para darnos seguridad y que podamos andar libremente por las calles de nuestra ciudad?

Pues parece que no; no sé todavía qué es lo que les enseñan en la academia loca esa de policía, pero hay más de uno que se le va la chaveta creyéndose un superhéroe.

Ayer íbamos caminando unos amigos y yo por el centro de Madrid, por una calle PEATONAL, cuando de pronto nos sobresaltó el rugir de unas motos que venían a todo trapo a nuestras espaldas. No nos dio tiempo a pensar qué podía ser aquello, porque todo fue muy rápido, pero si se hubiese congelado el tiempo y me instasen adivinar, nunca hubiese dicho que lo que venía era una banda de policías con complejo de macarras. Solo les había faltato un caballito, o un derrape, como demostración de poder motórico.

A ver si tenemos un poco más de cuidado, mis queridos policías. Supongo que no sería agradable cargar para toda la vida con la muerte de un civil que va andando tan tranquilo por la calle PEATONAL. Y no me estoy poniendo melodramática, no.

Es más, casualmente, el día anterior me habían contado un caso tremendo sobre policías descontrolados que atemorizan a la población. Y es que tanto uniforme y armas corrompe al más pintado. A lo que iba; un chico iba paseando por Preciados (qué casualidad, también es peatonal) con su perro. Inmediatamente, aparecieron raudos y veloces los protectores de nuestra integridad física, supuestamente para detener la actividad ilegal de los peligrosos negros que venden Cds en la calle. Y claro, no pueden ir caminando, o en bici, no. Van en moto, que si no es muy cansado apatrullar la ciudad, y da mucho más miedo. Los pobres negros salieron corriendo despavoridos con tan mala suerte que arrollaron al perro de este chico.

Creo que no hay nada más que añadir.

Vuelve nuestra mítica serie "V"

Toda una generación vivió como propias las aventuras de
la Resistencia contra los Visitantes




Han pasado veinte años desde que no vemos a Diana, a Donovan, a Tyler, a Julie. Ellos fueron capaces de meterse en nuestras vidas y hacernos vibrar con extraterrestes, amores imposibles entre humanos y marcianos, nacimientos de monstruitos, torturas indecentes a valerosos miembros de la Resistencia... No en balde es una de las 15 series más famosas de la televisión a nivel mundial.

Tanto tiempo sin hablar de V no era normal, y claro, ahora se entiende... Algo se traían entre manos. Ahora es noticia de tres maneras: primeramente, porque se presenta el 25 de abril el DVD con los 24 capítulos, porque el creador de la serie, Kenneth Johnson, está preparando una película y además una segunda parte de la serie: La segunda generación.

La primera cuestión es interesante, y serán muchos los que prefieran comprar el DVD antes que descargarse los capítulos con una baja calidad.
Lo de la serie, bien; puede ser interesante, sobre todo porque se sabe que al menos la lagarta mala Diana, que interpretaba Jane Badler, se vuelve a poner a las órdenes del mismo equipo que dirigió la serie.

Sin embargo, lo de la película me preocupa más, como fiel seguidora de la serie. Evidentemente, para los jovenzuelos que solo hayan oído hablar de la serie -ya nos hemos encargado los de mi generación de hacerle buena promoción-, será un bombazo, y con las nuevas tecnologías se harán maravillas, y subsanarán errores. Vamos, que el plano malísimo de Diana comiéndose una rata abriendo la boca hasta descoyuntarse, será perfeccionado hasta el punto de que nos repugne lo real de la imagen.

Pero no va a ser lo mismo. Hay ciertas series y películas que están en el subconsciente colectivo, y que deben guardarse ahí tal y como las vimos. Es perjudicial hasta volver a ver la serie original, -aunque yo no puedo dejar de hacerlo-, ya que pierde frescura, matices e impresiones que nos marcaron de por vida.

De todas formas, somos libres de elegir ver o no ver la película que se haga. Pero sinceramente, y como sé que terminaré viéndola como tantas otras (La Historia Interminable o El Señor de los Anillos), me entristece que se intente sacar dinero de algo ya acabado y que llegó a su perfección. Una película no nos va a transmitir esa sensación de vértigo nada más terminar el capítulo. Todo lo que se comentaba y especulaba a lo largo de la semana que duraba el intervalo, nos hacía revivir la serie sin contención, y esperábamos cada entrega con un ansia difícilmente repetible. Creo que hay otras maneras de emplear el dinero, y que deberían invertir en nuevas obras y nuevos genios creadores.

Yo le aconsejaría a Kenneth que administrase bien las ganancias que le reportó la serie V, y montase un rancho tejano en donde jugar a hacer maquetas de naves espaciales. Pero que no nos quite la magia de los personajes tal como eran, con sus caras ochenteras. Que nos deje pensar que los efectos especiales cutres de aquélla época no eran tan cutres, ya que eran los que nos tocaban, y aun así llegaban a impactarnos el triple que los de hoy en día.

¿Además, quién podría hacer de la grandiosa Diana? ¿Condoleezza?

viernes, 11 de abril de 2008

Las funcionarias del Reina Sofía

Multitud en el ropero

Ayer fui al Museo Reina Sofía para ver la exposición de Picasso, que, por cierto recomiendo a todo el mundo porque es una maravilla, y me encontré con una situación que ya antes había observado, pero no asimilado.

Y es que en el ropero hay una concentración de mujeres que llama mucho la atención. Nada menos que seis personas se encargan de atender el ropero del Reina Sofía. Y además pillé una conversación entre dos de ellas en la que se referían a una tercera que estaba de baja. Increíble. Hay siete personas vestidas de uniforme entre 45 y 50 años que parlotean sin cesar, ya que no hay trabajo para todas, y que se turnan para fumar de dos en dos.

Yo estudié Historia del Arte, y la verdad, me ofendió esta situación. Creo que es un disparate crear siete puestos de trabajo para un ropero, y dejar de lado otros puestos que serían más necesarios, como el de guías turísticos, coordinadores de sala o investigadores.

miércoles, 9 de abril de 2008

Vedetes del andén

Las mujercillas ejecutivas van de boda

Hace tiempo que contemplo con estupor el tema del vestuario y maquillaje de las mujeres que van en el metro muy de mañana. Supongo que serán como las demás que van andando o en coche. Pero el hecho de que éstas sean especímenes de metro les da un carácter propio y fascinante.

Me fijo en una de ellas: lleva los ojos enmarcados en negro y cubiertos de sombra azul marino. El pote o máscara facial le ha dejado ronchones por algunas partes de la cara. El rimel parece esparcido desde arriba por equivocación, y está más que espeso. La boca, abierta cada dos por tres debido al sueño considerable -pongamos que haya estado una hora para disfrazar su imagen- está embadurnada de un rojo chillón que asusta a esas horas de la mañana. El pelo bien estirado hacia atrás en una coleta, y el flequillo acusa el gran esfuerzo que se le ha dedicado para dejarlo lacio.

Un traje de chaqueta ciñe el cuerpo de esta mujer ejecutiva, que hace que supongamos que trabaja en un sitio importante, o al menos que les preocupa la imagen de sus trabajadores. Unas medias caladas acaban en unos zapatos negros y puntiagudos de tacón vertiginoso. Los dedos del pie a duras penas intentan escapar y se puede intuir viendo el "escote" del zapato un pliegue arrugado que es el final de los pobres deditos.

Y yo me pregunto, ¿para qué tanto boato? ¿para ir en metro? Siento verdadera curiosidad por el resorte que hace que estas personas madruguen más de lo normal para situarse delante de un espejo, y sin temblarles el pulso empezar a esbozar la que será su cara para el resto de la jornada. Empezará por vérsela en el ascensor su vecino el de abajo, con el que siempre coincide al salir de casa; luego otros tantos la verán en el metro y pensarán, "qué chica más limpia y decente", o "qué mona va, ¿dónde irá?", o "esta pobre se ha puesto como una puerta", (porque estoy segura de que no solo soy yo quien lo piensa). Finalmente la verán en el trabajo, que es donde intuyo que interpretará su papel estelar como vedete principal o secundaria.

Yo a veces lo he intentado, y sinceramente, he llegado a la conclusión de que es inviable el maquillarse por las mañanas. Pero ni un simple colorete. Los ojos están secos, de no dormir, o demasiado húmedos de bostezar tanto. La cara está reponiéndose después de dormir, y estoy segura de que detesta que la pintarrajeen ya desde tan temprano; de ahí que veamos a esas vedetes matutinas con pintura cuarteada, labios a medio rellenar, ojos emborronados por tanto lápiz negro

Algo que hace que me quite el sombrero es el espectáculo de equilibrismo que nos dedican desde sus andamios puntiagudos. Aunque algunas no parece que les quede mucho para perder la compostura y caer al suelo, nunca he visto una escena en este sentido. Suben y bajan las escaleras del metro, que no son nada fáciles, con más o menos dificultad, pero sin perder el rictus de mujer urbana del siglo XXI.

Supongo que a muchos hombres les agradará ver cómo se han esforzado en luchar contra la cara de recién levantadas. Pero sinceramente, creo que pocas nos consiguen engañar con su endomingamiento excesivo y su mirada desdeñosa de mujer fatal.

Ay, ¡qué daño hizo "La mujer de Rojo"!


domingo, 6 de abril de 2008

El Rastro se desborda

El Capricho Extremeño o el arte de hacer tostas

No se sabe por qué, pero a los madrileños parece que lo de hacer cola les va. Vamos, que es ver una fila de más de 30 personas, y ahí va a colocarse. "Ahí deben dar algo", pensarán.

Y es que hoy he asistido una vez más a la enorme cola que se monta en el Capricho Extremeño del Rastro de Madrid, para pedir tostas. No es que crea que no merezcan la pena sus tostas, pero la cuestión es que es el único local del rastro que se accede a él pasando por una enorme cola llena de gente variopinta: mucho modernito, pero también señoras de rancio abolengo, parejas de frikis, incluso he visto pasar a un mendigo portando las dichosas tostas.

Todo esto lo contemplaba desde mi posición privilegiada, frente al Capricho, en Casa Lucas. El trasiego de gente que se aventuraba a formar todavía más cola era incesante. Eran las 15.00, y todavía pasaba gente por allí comentando: "¿Esto es una cola?", "Sí, es que aquí dan unas tostas..." Y yo veía pasar a gente con su bandejita y su tostita, y no daba crédito.

Sin desmerecer ni mucho menos, insisto, las tostas del Capricho Extremeño, me parece que en absotuto valen media hora de cola de un domingo por la mañana. Señores y señoras de Madrid, por favor, un domingo por la mañana NO SE HACE COLA, eso es para el martes por la mañana en el INEM, o para hacerse el DNI, o para denunciar un robo en una comisaria... El domingo es tan sagrado, que yo no voy a borreguear en una cola aunque regalen oro en quilates.

Sobre todo, que estamos en Madrid, en el centro, y hay muchos bares y muy buenos por todas partes. Increíblemente, si investigamos un poquito, todavía hay algunos de ellos que no están hasta arriba, y te dan también muy bien de comer. También es verdad, que cada vez quedan menos, y que incluso el Capricho, antaño, no reunía tal muchedumbre. Se podía ir a pedir una tosta sin complicaciones, y además me evitaba el mal sabor de boca que me queda simplemente con la contemplación de una cola en mi barrio. Es desalentador.

El Rastro ha cambiado. Se ha puesto de moda en una progresión geométrica equivalente al número de coches que hay en Madrid y al número de personas que salen por las zonas de marcha. Eso está muy bien para todos los negocios que están haciendo caja a mansalva y para las personas que les guste el roce humano, visitar los puestos del rastro empujados por hordas alborotadas o estar en los bares como en el vagón de metro de por la mañana en hora punta. Pero a los que nos gustaba el Rastro en su punto, con la gente adecuada, nos ha hecho una gran faena.

Como no puedo hacer nada para cambiar la situación de colapso, solamente pediría que por favor se dispersen un poquito, y no se aborreguen en un mismo lugar por la fama de éste o por la moda. NO siempre calidad y popularidad van unidos.